Guerra urbana

Duele ver morir a la ciudad que uno ama. Sin embargo, es exactamente lo que sucede cuando los conflictos armados tienen lugar en las ciudades, poniendo en peligro la vida de las personas civiles y la infraestructura de la que dependen. Las consecuencias humanitarias de la guerra urbana persisten durante años, e incluso décadas, luego de finalizados los enfrentamientos.

Saada, Yemen. Un grupo de niños juega con una pelota entre edificios destruídos. La zona ha presenciado varios episodios de violencia desde 2006 que han dejado una inmensa destrucción. © Karrar AL-MOAYYAD / CICR

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Las ciudades han sido escenario de violencia desde que los seres humanos comenzaron a construirlas. Ante las imágenes que han circulado en los últimos años –desde Alepo, Mosul y Saná hasta Marawi, pasando por Mogadishu, Donetsk, Járkov y Mariúpol– no caben muchas dudas de que los pueblos y las ciudades seguirán siendo campos de batalla principales en los conflictos armados del futuro.

Los sitios, túneles, armas trampa y francotiradores se complementan con drones y métodos bélicos digitales para dar forma a un nuevo tipo de conflicto urbano prolongado. Lamentablemente, la guerra digital se presenta como la nueva normalidad para los próximos años.

En los centros urbanos, las personas civiles y los objetivos militares suelen encontrarse en las mismas zonas. Las armas explosivas pesadas como bombas grandes, misiles, cohetes, morteros y proyectiles de artillería tienen mayor probabilidad de alcanzar su objetivo, pero sus áreas de explosión amplias e imprecisas, y a menudo indiscriminadas, arrasan con todo lo que hay alrededor. Esto afecta a las personas civiles de manera significativa, al causar muertes, heridas y traumas.

Estaba desayunando. Cuando tomaba un trago de té, una explosión salió de la nada. De pronto, la metralla atravesó mis brazos y piernas".
Youssef, residente de Mosul

 

La preocupación por la seguridad de los seres queridos y la ansiedad por la comida y otras necesidades son constantes, y agravan todas las dificultades personales relativas a la situación traumática. El dolor intenso es común, así como el miedo. Si bien la mayoría de las personas pueden continuar funcionando y afrontando la angustia, otras sufren traumas psicológicos incapacitantes.

Solo quiero estar bien. Es difícil estar 'bien' cuando uno ha visto tanto. Vi morir a mi ciudad. Vi cómo yo mismo me quebraba. No sé si algún día volveré a estar bien, pero es lo que deseo.
Sami, 27, Líbano

 

Vidas interrumpidas

Los enfrentamientos urbanos generalmente destruyen o dañan infraestructura crítica para la prestación de servicios vitales como electricidad, agua y saneamiento, asistencia de salud, alimentos y educación. Las poblaciones urbanas, que dependen para su supervivencia diaria de la infraestructura de apoyo y de los bienes y servicios prestados por terceros, son intrínsecamente vulnerables a las alteraciones del mercado y de los suministros. Una falla resulta, por lo general, en el colapso de muchos otros servicios. Esto genera riesgos mayores para la salud pública y los medios de subsistencia, lo que a su vez puede provocar enormes desplazamientos poblacionales.

 

A la vez, es probable que los bombardeos y los ataques con artillería provoquen daños en hospitales, impidan que las ambulancias lleguen a donde están los heridos, y alteren los suministros médicos. El personal sanitario, al igual que la población civil, también sufre de manera directa y puede verse obligado a abandonar su trabajo y huir.

Cuando regresamos, el hospital había sido saqueado y destrozado, y la clínica, incendiada. Todo el personal huyó. Por un tiempo, no hubo asistencia.

 

Huir para proteger la vida

A medida que los barrios se transforman en líneas del frente, las necesidades básicas de subsistencia como agua, alimentos, asistencia de salud, empleos, educación y vivienda digna, de pronto se tornan casi inaccesibles. Es frecuente que las personas se vean obligadas a huir de sus hogares, lo que trastorna sus vidas y las expone a mayores riesgos, como la violencia sexual y por motivos de género, ya que pierden sus medios de subsistencia y sus redes de apoyo. En consecuencia, suelen ser las comunidades locales, que ya de por sí pueden estar sufriendo los efectos del conflicto, las que ayudan a las personas desplazadas.

La preocupación por la seguridad de los seres queridos y la ansiedad por la comida y otras necesidades son constantes, y agravan todas las dificultades personales relativas a la situación traumática. El dolor intenso es común, así como el miedo. Si bien la mayoría de las personas pueden continuar funcionando y afrontando la angustia, otras sufren traumas psicológicos incapacitantes.

Cita: "Solo quiero estar bien. Es difícil estar 'bien' cuando uno ha visto tanto. Vi morir a mi ciudad. Vi cómo yo mismo me quebraba. No sé si algún día volveré a estar bien, pero es lo que deseo". Sami, 27, Líbano.

Sin embargo, aun luego de que las armas se han silenciado, los desplazamientos pueden durar años, ya que la infraestructura de los hogares se ha destruido y en las zonas residenciales hay minas terrestres y residuos de artefactos explosivos improvisados, sin estallar y abandonados. Pueden pasar años e incluso décadas para que sean eliminados, lo que impide el regreso seguro de la población.

Volver a empezar

La destrucción masiva que los conflictos causan en las ciudades puede generar una regresión de décadas en los indicadores de desarrollo.

Uno de los problemas es que entre las personas que abandonan las ciudades buscando seguridad o mejores oportunidades, está la fuga de cerebros de quienes sabían cómo construir, llevar adelante y mantener la infraestructura y los sistemas complejos que esta alberga. Del mismo modo, la inseguridad y los cierres de escuelas implican que los niños dejan de acceder a la educación durante años, lo que impide que toda una generación pueda tener una mejor calidad de vida.

Los cuatro años de conflicto armado en Yemen, por ejemplo, retrasaron veinte años los indicadores de desarrollo humano.

Las consecuencias humanitarias de la guerra urbana son complejas, directas e indirectas, inmediatas y a largo plazo, visibles e invisibles. Pero no son el destino ni un resultado inevitable de la guerra.

Se necesita con urgencia un cambio de mentalidad, y que los beligerantes pongan a la protección debida a las personas civiles nuevamente en el centro de sus políticas y prácticas. Los efectos directos e indirectos del empleo de armas explosivas pesadas en zonas urbanas y otras zonas pobladas son previsibles y, en gran medida, evitables.
Peter Maurer, presidente del CICR

 

¿Cómo podemos reducir e incluso evitar el daño a la población civil en la guerra urbana?

1. Para poder proteger mejor a la población y la infraestructura civiles, las partes en los conflictos armados deben ser estrictas en la aplicación del derecho internacional humanitario vigente y más aún en su cumplimiento. El DIH está adaptado a las tendencias principales de la guerra, sobre todo los principios de distinción, proporcionalidad y precaución, que son esenciales para la protección de personas civiles contra los efectos de las hostilidades en zonas urbanas.

2. Además, es urgente una reevaluación de su enfoque relativo a las operaciones en entornos urbanos, incluida una revisión de las doctrinas, formación y procedimientos de planificación de la guerra urbana, así como de las tácticas y la elección de armas. La protección de las personas civiles debe ser una prioridad estratégica en la planificación y conducción de las operaciones militares, ya que las partes beligerantes continúan estando obligadas a tomar todas las precauciones factibles para evitar daños incidentales a las personas civiles.

3. Deben evitar, por todos los medios el empleo de armas explosivas pesadas, ya que están diseñadas para generar una fuerza explosiva importante a gran distancia y en áreas extensas, lo que causa daño indiscriminado y las hace inadecuadas para el uso en zonas urbanas y otros centros poblados. No deben emplearse a menos que se adopten medidas de mitigación suficientes para limitar su radio de impacto y el consiguiente riesgo para las personas civiles.

4. Los aliados y los socios de las partes en los conflictos armados también tienen una gran responsabilidad: deben elaborar y encuadrar su apoyo de manera adecuada para evitar que se agraven las consecuencias humanitarias en las ciudades. Deben contribuir activamente a un mayor nivel de protección de las personas y de los bienes civiles.

El CICR y todo el Movimiento de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja siguen reforzando su capacidad de prevenir las consecuencias humanitarias de la guerra y responder a ellas. Promovemos un enfoque integrado multidisciplinario que combina la prevención, protección y asistencia de la población civil adaptadas específicamente al contexto urbano. Dialogamos con los beligerantes en todos los niveles, movidos por la experiencia de las personas más afectadas.

Trabajamos para evitar que la infraestructura crítica colapse y millones de personas entren en crisis. Nuestras actividades incluyen reparación y rehabilitación de infraestructura, suministro de repuestos, formación y fortalecimiento de la capacidad de los prestadores locales de servicios, y elaboración de planes de preparación para emergencias.

No obstante, hay límites para lo que la respuesta humanitaria colectiva puede lograr frente al daño y la destrucción generalizados de la infraestructura crítica y el uso inadecuado por parte de los beligerantes. Cuando los sistemas fallan, la magnitud de las consecuencias supera lo que la acción humanitaria puede resolver por su cuenta.

Debido a la magnitud y la complejidad de las consecuencias humanitarias de la guerra urbana, son necesarias las asociaciones, en particular con las autoridades locales y los prestadores de servicios esenciales, así como con las comunidades, las organizaciones y las empresas locales, para garantizar que las respuestas se basen en la realidad local y convoquen un apoyo generalizado. Este tipo de asociaciones puede ayudar a proteger la salud pública, reducir los desplazamientos y permitir una respuesta más rápida a emergencias agudas. Con el apoyo de los esfuerzos combinados de las organizaciones humanitarias y de desarrollo, estas asociaciones pueden beneficiarse de sus respectivos conocimientos políticos, técnicos, y en materia de seguridad.

 

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